UN
NIÑO EN UNA PLAYA
Si, un niño
cualquiera en una playa cualquiera es lo que, debo reconocer a fuerza de ser
honestos, nos tiene desde hace días un tanto apesadumbrados o por lo menos un tanto
inquietos y, por qué no decirlo, bastante indignados. Desde que se publico la fotografía
captada por la reportera Nilüfer Demir la
madrugada del 2 de septiembre en la costa del distrito de Akyarlar Bodrum en Turquía
de un niño varado en la orilla solitario y sin otras caricias que las de las
olas ha sido como que en alguna medida
hemos despertado nuestras conciencias hacia algo que no es nuevo ni mucho menos,
que está como quien dice en nuestras propias narices y que nos empeñamos en
obviar mirando hacia otro lado.
Mirando
hacia otro lado, sin duda ninguna, prisioneros de nuestra cobardía e inducidos
por ese discurso rancio y mezquino de muchos de nuestros políticos que nos
vienen machacando con el que vienen a quitarnos nuestro trabajo, que aquí viene
lo peor de lo peor, que la gente que viene no nos trae más que problemas, etc.
etc. Como si los problemas que aquí han sido y son estuviesen motivados por la
llegada de inmigrantes y refugiados. Como si las listas de espera fuesen
debidas a la llegada de todos estos desdichados, masacrados por las circunstancias
de guerra y explotación que se han
encontrado en sus países.
Sin
duda ninguna nos indigna la impresentable periodista Petra Lászlo zancadilleando y dando patadas a diestro y
siniestro a niños y refugiados que con lo puesto huyen, corren, intentando
avanzar, aunque solo sea unos metros, para acercarse al objetivo de un lugar en
Europa donde puedan rehacer su vida, si es que lo que les queda es vida. Nos
indigna sobre manera todos esos políticos que cambian su postura un día sí y
otro también respecto a esta situación de los refugiados sin importarles aparentemente
que estemos ante el peor éxodo que se ha dado en Europa desde la segunda guerra
mundial.
Nos
hemos preguntado estos días más de una vez cuál hubiese sido la postura de los políticos
de turno, de nuestros políticos, si no hubiésemos estado a las puertas de elecciones, si la gente de la calle no se
hubiese movilizado porque, si habiéndose dado estas circunstancias, pasan los días
reuniéndose para ver cuando se vuelven a reunir para ver que es lo que deciden mientras miles
y miles de personas son tratados como animales. Si, tratados como animales pues
basta ver las imágenes de cómo se hacinan en los trenes, cómo les lanzan la
comida, cuando les dan, con bastante menos miramiento que como se le echa un
mendrugo de pan al perro del vecino. Basta ver como se juegan la vida, los que
han conseguido sobrevivir en las precarias lanchas en su travesía marítima,
intentando traspasar las concertinas que se han colocado para impedirles su
caminar hacía su objetivo. Sí, sí, las mismas concertinas que estamos hartos de
ver intentar saltar a quienes vienen a este país por el sur. Por cierto, unas y
otras son made in Spain. La
empresa española European Security Fencing, ubicada en Málaga, es la que ha
vendido las concertinas a Hungría, según confirmó creo que fue el periódico El Mundo. Porque, esa es otra, los refugiados vienen y las armas de la UE y EEUU
van. Es un hecho que tanto la UE como EEUU venden armas a países
implicados en la guerra de Siria.
Nos indigna ver
como hipócritamente y cuan plañideras a sueldo nos echamos las manos a la
cabeza ante este drama humanitario
como si hasta ahora los europeos hubiésemos cumplido con los deberes de
justicia y humanidad hacia los pueblos que llaman a nuestras puertas agotados
en su indigencia.
¿Somos capaces de pensar qué es lo que pasa por la mente humana, cuál es su
sufrimiento, cuando uno tiene que huir sencillamente para no morir y al mismo
tiempo en un momento, se muere de miedo y angustia al ver que minutos antes de
tocar tierra sus pateras se hunden?. Sencillamente me avergüenzo de esta Europa
que todavía no se ha
enterado que acoger a personas que huyen de una guerra no es sólo un acto de
caridad, sino una obligación legal según los tratados internacionales suscritos
por la mayoría de países del mundo. Me avergüenzo de pertenecer a esa Europa a
la que pertenecen países que emplean gases lacrimógenos contra los refugiados
en sus fronteras.
Como
demócrata me avergüenzo de ver cómo las democracias europeas no tratan a las víctimas
como lo que son, es decir, como víctimas. Con frecuencia sus gobernantes les
tratan como delincuentes, apestados, prisioneros o invasores. A esta Europa que
tiene capacidad social y económica más que suficiente para acoger a los refugiados
lo que le falta es capacidad política e incluso voluntad en muchos casos para
hacerlo.
Cada
vez que en uno u otro medio veo la fotografía de Aylan
tumbado en la orilla de la playa, como si estuviese dormido, echo en falta el
cubo y las palas para jugar con la arena. Porque me pregunto qué hace un niño
en una playa solitario sin un cubo y una pala. Y me pregunto también y me gustaría
preguntar a todas las personas que me cruzo por la calle, en el bar, en el
supermercado, etc. has visto la foto de Aylan? ¿por un momento se te ha pasado
por tu imaginación que ese niño al que no se le ve la cara podría ser tu nieto,
o tu hijo? ¿has tenido la valentía de hacer una especie de photoshop físico y
has puesto la cara de tu nieto, de tu hijo en la cara de Aylan? ¿deseas olvidar
esa foto porque te parece desagradable e incluso piensas que ese tipo de fotografías
no deberían publicarse ni difundirse con tanta insistencia en todos los medios
de comunicación? ¿en el mejor de los casos necesitamos fotos de niños muertos
para indignarnos por los refugiados? Si es así es que sencillamente nunca nos importo el problema y no nos
importará hasta que nos apriete nuestro propio zapato. Es posible que entonces
sea demasiado tarde. En el fondo uno piensa que sencillamente nos falta valentía,
que nos sobra egoísmo y que somos capaces de dar los mil y un argumentos con
tal de no encarar el problema sencillamente porque vemos este como muy lejos
cuando realmente está en nuestras propias narices.
Ah, me olvidaba el niño Aylan de la fotografía tumbado en la
playa está muerto, no está dormido, por eso no necesitaba cubo ni pala para
jugar con la arena. Sencillamente necesitaba vida.
José Luis Ochoa