La barbarie terrorista y por
tanto el atentado de ayer en Barcelona es un ataque a la libertad de todos. Es
un ataque a la convivencia de todos. Es un ataque a los valores de la
democracia. Aquí no vale la equidistancia, no vale mirar para otro lado. Está
claro que cuando ocurre un hecho como el acontecido ayer en La Rambla de Barcelona,
al margen de las ideologías sociales e incluso partidistas de cada cual, se
producen en cada uno de nosotros distintas reacciones individuales la mayoria
de ellas impregnadas de desasosiego, de dudas, etc. y con frecuencia hace que
nos preguntemos ¿hacia dónde va esta sociedad?
Es cierto que, reconozcámoslo o
no, seguramente por aquello de la distancia, de la proximidad o no de donde se
produce el hecho, nos impactan de forma distinta unos acontecimientos u otros.
Sin embargo, uno entiende que, si no somos capaces de analizar los distintos
hechos acontecidos desde una perspectiva
similar, se produzca la barbarie donde se produzca, estamos abocados a acercarnos
al borde del precipicio a marchas forzadas.
Mirar para otro lado es lo peor
que podemos hacer. Pensar que de momento “no va con nosotros” porque a ninguno
de nosotros nos ha afectado directamente en persona o a través de alguien allegado o
conocido nuestro es garantía con certeza absoluta de que, más pronto que tarde,
inexcusablemente todos caeremos por el precipicio del “aquí no hay arreglo”.
Esto tendría, con total seguridad, consecuencias dramáticas para nuestra
convivencia.
Cuando ayer, interrumpidas las
programaciones televisivas, comenzamos a ver en nuestros televisores las imágenes tremendas de muertos y heridos desparramados
por La Rambla de Barcelona por la que tantas veces hemos transitado y durante
horas estuvimos escuchando opiniones y manifestaciones de políticos, de responsables
de seguridad, etc. etc. si no fuimos capaces
de asumir que eso sí que va con nosotros y concluir que algo tenemos que
hacer los ciudadanos de a pie, uno
sospecha que las cosas seguirán igual y nos embargara la desesperanza, la
desilusión. Mientras tanto, casi sin darnos cuenta, iremos perdiendo algo tan
valioso como la libertad y la democracia.
Es cierto que tan muertos son los
que mueren en el mar huyendo de una situación insostenible en sus países de
origen como los muertos de ayer en Barcelona. También es cierto que, a los
cientos incluso miles de muertos del mar, por ser tan repetitivo día tras día,
nos hemos “acostumbrado”.
Pero, por otra parte, argumento inútil
es decir o preguntarse que, si no hay una manifestación, una concentración,
cada día que muere alguien en el mar o intentando saltar una valla para
conseguir una vida mejor huyendo de una situación desesperante existente en sus
países, porqué cuando se produce un hecho como el de ayer se producen mil y una
manifestaciones y minutos de silencio. Ese argumento no vale ni como excusa
para seguir sin hacer nada. Si se está en contra de lo uno y de lo otro habrá
que empezar por algo y si el atentado de ayer nos impacta más comencemos por
ello y exijamos que también se convoquen concentraciones para lo otro. El camino
si no se comienza nunca se recorre. Mirar para otro lado, quedarnos en el sofá de
nuestras casas tranquilamente e incluso lamentarnos de lo ocurrido de poco o nada
sirve. Bueno, para algo sí sirve. Sirve para caminar hacia el precipicio sin
alternativa posible. Manifestarse, gritar o guardar un minuto de silencio por
cualquiera de estas causas es lo menos que podemos hacer.
Como anotaba al principio, sencillamente,
creemos que está en juego nuestra libertad, nuestros valores democráticos y, si
no los defendemos cada uno de nosotros, con todas nuestras fuerzas, más pronto
que tarde lo lamentaremos. No al robo de la libertad, de los valores
democráticos, de la dignidad de las personas. Quitar la vida a las personas,
tal vez, es lo más injusto y deleznable que existe en este mundo. Es que,
sencillamente, arrepentidos o no, es imposible de restituir. Contra ello
debemos movilizarnos sin vergüenza, con valentía. Solamente así salvaremos
vidas inocentes. Solamente así salvaremos la libertad y la democracia para
nosotros y para los que nos siguen.
Tal vez ya va siendo hora de que
digamos con rotundidad que nunca seremos esclavos del miedo. NO TINC POR – no tengo
miedo- se oye estas últimas horas con insistencia en toda Cataluña.
Este medio día, convocados por el
Ayuntamiento de nuestro pueblo de Allo de manera urgente, nos hemos reunido un
amplio grupo de personas en la plaza para condenar sin paliativos los sucesos
acaecidos ayer en La Rambla de Barcelona y guardar un minuto de silencio por
las víctimas. De esa manera también hemos
dicho que no queremos ser esclavos del miedo.
Estamos dispuestos a hacerlo
cuantas veces sea necesario. No tinc por.