DIVORCIADOS Y ALEJADOS
Uno ya no sabe a estas alturas de la movida si las expectativas de voto del PP se han reducido un 7% en un mes, tal y como publica la prensa, o si se han reducido un 17%. La verdad que en este momento no nos preocupa demasiado este tema y no está este dato dentro de nuestras preocupaciones democráticas. Tampoco nos preocupa demasiado la encuesta recién publicada por el CIS y sus previsibles resultados de bajada para el PP y la no subida del PSOE. No obstante está claro que en la referida encuesta de opinión de la ciudadanía sobre nuestros políticos, los dos partidos mayoritarios salen no muy bien parados. ¿Por qué será? Uno sencillamente piensa que se debe fundamentalmente a la decepción y cabreo existente en la mayoría de la ciudadanía de este país excepto, justo es reconocerlo, en los ciudadanos sumisos a las siglas partidistas.
Que la política ha sido secuestrada por la economía ante la que doblan su espinazo, cuan enfermos de cifosis, los parlamentos, las instituciones, incluso el propio conocimiento, ahora mismo, es un hecho irrefutable. Leía el otro día que el “capitalismo ni siquiera en sus periodos de crecimiento generaliza la democracia como procedimiento de gestión y en periodos de crisis o de recesión, la democracia, es el único procedimiento de gestión verdaderamente incompatible con el capitalismo” Sin duda ninguna al articulista habría que definirlo por lo menos como buen observador de lo que está pasando en nuestras propias narices.
A uno le cuesta reconocerlo pero es cierto que la democracia, escuálida las más de las veces en su uso por parte de nuestros políticos se ha ido escapando por entre nuestros dedos para convertirse en un remedo burlesco e hiriente para quienes la entendemos como el gobierno del pueblo y para el pueblo. Lo que algunos llaman democracia como reducidos atisbos de soberanía y de capacidad de decisión y que aparentemente residen en las instituciones, parlamentos, ayuntamientos, etc., teóricamente democráticos que dependen de la voluntad de los ciudadanos de a pie, últimamente parece han emigrado bajo el palio protector de la Unión Europea a otros lares. Así, la mentira, la manipulación, el despotismo, el obscurantismo, la corrupción generalizada, el todo vale, se han instalado con impunidad frecuente en sus lujosos aposentos de los acaparadores de la desfachatez donde son intocables y desde donde mueven los hilos de los políticos mediocres alineados y alienados con los mercados y dispuestos a obedecer cuantas ordenes dicten sobre ajustes, recortes y demás zarandangas aunque estos recaigan siempre en los mismos lomos. En los lomos de los mismos ciudadanos.
Por eso es por lo que los resultados de la encuesta de opinión cuyos resultados acaba de publicar el CIS pone donde pone a los políticos.
Por eso y porque como consecuencia de ello la situación de divorcio de nuestros políticos con la ciudadanía es cada vez más preocupante y camina hacía la ruptura total de relaciones. Cuando los mensajes que se dan son escasos porque los políticos parece se encuentran muy cómodos instalados en el obscurantismo y en las verdades a medias. Cuando los mensajes que se dan por parte de los gobernantes, que de vez en cuando salen a la palestra, son dispares (un ministro dice un cosa y a las dos horas el otro ministro dice lo contrario, la presidenta dice que menos parlamentarios y el presidente del parlamento, de su mismo partido claro está, dice que ese no es el problema, etc. etc.) están contribuyendo a ensanchar esta línea divisoria y de divorcio entre gobernantes y gobernados.
Por otro lado también observamos a una parte de la ciudadanía alejada consciente o inconscientemente del quehacer político. Alejados porque no creen en la capacidad de los políticos para solucionar los problemas. No creen en la capacidad de los políticos al nivel de nación, comunidad o ayuntamientos. Alejados del quehacer político sencillamente porque no quieren ser conscientes de la gravedad de la situación. El “mientras a mi no me toque” no lo aireamos, porque ya comienza a ser habitual la presencia en nuestros corros tertulianos veraniegos de alguna persona a la que ya le ha tocado, pero lo pensamos. Alejados del quehacer político porque de alguna manera el votante piensa que no puede hacer otra cosa que patalear en su casa o criticar por lo bajini esta u otra acción de gobierno sea del nivel que sea, nacional, autonómico y municipal. Esto le lleva al ciudadano al estado preocupante de decepción que le hace estar remiso ante una posible actuación para pedir otro tipo de soluciones.
Esta situación de divorcio y alejamiento se agrava sin duda cuando se pervierte la democracia. Cuando se pervierte la democracia porque los que realmente toman las decisiones no han sido elegidos en las urnas o cuando el grupo o partido político que llegó al poder ofertando un programa electoral hace justamente lo contrario. Se agrava cuando los gobernados no tenemos recursos, y a veces ni agallas, para pedir responsabilidades.
Estos meses en esta sociedad uno tiene la sensación que todo se está poniendo en tela de juicio. Pues bien, mientras esto ocurre, si los responsables políticos no entienden que es preciso una refundación de la democracia merecerán una vez más un suspenso rotundo.
Así estamos, divorciados de los políticos y alejados de la política, lo cual uno sospecha es muy peligroso ante un futuro más que negro como el que se nos avecina.
José Luis Ochoa