jueves, 25 de julio de 2013

REEDITAR LA DEMOCRACIA


REEDITAR LA DEMOCRACIA

Cada vez que llegan estas fechas se acrecienta, un poco más si cabe, el esfuerzo que hay que hacer para ordenar esas ideas que a uno le pululan por la cabeza movidas o instaladas en ella por el devenir diario. Y se acrecienta el esfuerzo por parte de uno, por parte del entorno y, tal vez de manera fundamental, por dejarse uno llevar, sin quererlo, por la pregunta/duda: ¿pero a quien le puede interesar leer estas líneas en estas fechas? Pues es posible que a nadie o a muy pocos instalados como estamos la mayoría en ambientes más o menos festivaleros de playa, piscina, etc. y en definitiva de cachondeo y divertimento, merecidos sin duda, y con la intención instalada en el subconsciente de ver si de paso somos capaces de olvidarnos de las miserias que nos están ahogando con más o menos rapidez y que, ojala nos equivoquemos, pero sospechamos siguen agazapadas detrás de la puerta dispuestas a seguir cayendo encima de nosotros, cuan hombre del mazo, apenas nos descuidemos ya mismo y en el mejor de los casos a penas pasen estos meses veraniegos.

Pero a pesar de todo la realidad es tan tozuda que día tras día nos hace volver a teclear el ordenador y, con toda la fuerza de que somos capaces, volcar nuestras opiniones convencidos como estamos de que o insistimos o nos veremos engullidos por la marea humana, cada vez más abundante, de quienes dan las cosas por perdidas, las soluciones como inalcanzables y en definitiva instalados en una democracia aquejada, como leía el otro día, de esclerosis cívica.

Muchos son los enemigos en estos momentos de la democracia pero tal vez el más peligroso sea la maligna inercia que nos hace conformistas y nos hace huir de todo lo que suene a compromiso, a participación en el quehacer del día a día que, sin duda ninguna, será la base sobre la que se sustente el futuro. Estamos viviendo, entendemos, un momento crucial para el futuro de la democracia y en definitiva para nuestro futuro y el de los nuestros. Es un hecho que la mayoría de los imputs que recibimos nos empujan hacía esa inercia y hacia esa huida del compromiso con lo que estamos socavando esta incompleta democracia que tenemos y estamos corriendo unos riesgos ahora mismo de consecuencias impredecibles pero que se nos antojan demasiado peligrosos.

Es cierto que cuando no se vive como se piensa y se instala uno en la inercia huyendo del compromiso, se termina pensando como se vive ó sencillamente no pensando y, lo que es más grave, desenganchado de la realidad y dejando que otros foráneos, las más de las veces sin escrúpulos, y con intereses privados muy concretos, actúen sobre nuestro devenir y el de los nuestros a su antojo forzando un futuro que para cuando nos descuidemos se nos habrá impuesto.

Resulta comprensible que nos encontremos desengañados democráticamente cuando vemos lo que le cuesta a un presidente del gobierno acudir al parlamento a dar explicaciones sobre el manido ya caso Bárcenas y la financiación cuando menos sospechosa del partido que le sustenta. Parlamento que entendemos debería ser la cuna de la actividad democrática del país por entender que, nos gusten o no nos gusten, es donde se sientan los representantes del pueblo elegidos democráticamente.

Resulta comprensible que nos encontremos desengañados cuando vemos cómo la sentencia del Tribunal Supremo libra a Jaume Matas de la cárcel al rebajar sus seis años de condena a nueve meses de la primera condena de la veintena que tiene pendientes.

Resulta comprensible que nos encontremos desengañados cuando el fiscal del Supremo ve en el caso de la presidenta Barcina "un mero juicio de valor" de la juez al entender que las dietas que cobraron de la CAN eran "un algo lógico y natural". Ahora como se ve se están enfrascando en si cobraron las dietas por el cargo público que ocupaban, que si patatín que si patatán. No obstante hay un hecho y que cada uno piense como quiera. ¿Los fiscales quien los nombra? Pues eso, ellos se lo guisan y ellos se lo comen.

Al ciudadano de a pie cada día nos resulta más difícil creer en una justicia que vemos cómo actúa y como consecuencia se está grabando a fuego en nuestras mentes una desconfianza tras otra cuando una sociedad sana necesita urgentemente que se implante aquello de quien la hace la paga, sea quien sea. Es necesario e imprescindible que una sociedad democrática moderna crea en su sistema judicial pero para que esto ocurra se lo tendrán que ganar quienes forman parte de ese sistema judicial con sus actuaciones. Ahora mismo creemos que no se lo están ganando

Esto es tremendamente peligroso y la regeneración del sistema se está convirtiendo, si  es que ya no se ha convertido, en una urgencia de primer orden.

Debemos mentalizarnos que, al margen de los Rajoy de turno, de los Rubalcaba, de los Pepiños, de los Bárcenas, de las Barcinas, de los Matas, de los Urdangarin, etc. etc., nuestro futuro en nuestros pueblos no esta escrito. Nuestro futuro y el de los nuestros está por escribir y el paulatino alejamiento de la ciudadanía de sentirse constructora de su propio destino es muy peligroso.

Es cierto y así lo percibimos que el Estado de derecho está comido por la gangrena de la corrupción. Es cierto que somos de los que pensamos que los esquemas clásicos de partidos, sindicatos, etc. han agotado su ciclo. Pero igualmente es cierto que debemos olvidarnos del "esto no tiene arreglo". Es cierto que debemos hacer un esfuerzo, por lo menos en aparcar aquellos desaguisados sobre los que no podemos influir de manera inmediata por quedarnos lejos de nuestro existir. Pero no es menos cierto que debemos anclarnos en nuestra proximidad y participar en todo lo que es posible transformar y cambiar inmediatamente si no queremos que sean -lo repetiré hasta la saciedad- otros los dueños de nuestro destino y del destino de los nuestros.

Si hay algo que molesta a los poderes públicos es la protesta de los ciudadanos, el que los ciudadanos se quejen, los movimientos sociales, etc. y por eso enseguida los tratan de satanizar tratándolos como de antidemócratas. Sin embargo esto es lo que funciona, lo que les obliga a cambiar su forma de hacer, su forma de administrar, a los políticos de turno. Y esto podemos y debemos hacerlo. ¿de qué sirve quejarse en la barra del bar sobre este o aquel servicio del ayuntamiento de mi pueblo si luego somos incapaces de plantearlo con un escrito o como sea donde hay que presentarlo? Nos cuesta demasiado anotar nuestro nombre. Nos cuesta demasiado firmar una demanda. En definitiva no somos conscientes de que esperar a las próximas elecciones es dar carta blanca a los actuales regidores y retrasar el cambio que creemos necesario y urgente ahora, con el riesgo de que para entonces ya nos habrán marcado nuestro destino y los tiempos indiscutiblemente serán muy otros.

Es necesario reeditar la democracia. Es necesario reeditar la democracia allí donde nos tocar estar, en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, en nuestra cercanía. Y solamente hay un modo de reeditarla y es participando. Los políticos de turno incluso en nuestros propios ayuntamientos con sus actuaciones pringadas de obscurantismo nos están empujando continuamente a encerrarnos en nuestras casas rumiando nuestras propias miserias y a olvidarnos de la cosa pública y esto será el final de muchas cosas. Es momento de poner pie en pared y tomar impulso para que esto cambie, para cambiar esta situación.

En definitiva es momento de reeditar la democracia si todavía creemos en ella como garantía de futuro.

José Luis Ochoa