REEDITAR
LA DEMOCRACIA
Cada
vez que llegan estas fechas se acrecienta, un poco más si cabe, el esfuerzo que
hay que hacer para ordenar esas ideas que a uno le pululan por la cabeza
movidas o instaladas en ella por el devenir diario. Y se acrecienta el esfuerzo
por parte de uno, por parte del entorno y, tal vez de manera fundamental, por
dejarse uno llevar, sin quererlo, por la pregunta/duda: ¿pero a quien le puede
interesar leer estas líneas en estas fechas? Pues es posible que a nadie o a
muy pocos instalados como estamos la mayoría en ambientes más o menos
festivaleros de playa, piscina, etc. y en definitiva de cachondeo y divertimento,
merecidos sin duda, y con la intención instalada en el subconsciente de ver si
de paso somos capaces de olvidarnos de las miserias que nos están ahogando con
más o menos rapidez y que, ojala nos equivoquemos, pero sospechamos siguen
agazapadas detrás de la puerta dispuestas a seguir cayendo encima de nosotros,
cuan hombre del mazo, apenas nos descuidemos ya mismo y en el mejor de los
casos a penas pasen estos meses veraniegos.
Pero
a pesar de todo la realidad es tan tozuda que día tras día nos hace volver a
teclear el ordenador y, con toda la fuerza de que somos capaces, volcar
nuestras opiniones convencidos como estamos de que o insistimos o nos veremos
engullidos por la marea humana, cada vez más abundante, de quienes dan las
cosas por perdidas, las soluciones como inalcanzables y en definitiva instalados
en una democracia aquejada, como leía el otro día, de esclerosis cívica.
Muchos
son los enemigos en estos momentos de la democracia pero tal vez el más
peligroso sea la maligna inercia que nos hace conformistas y nos hace huir de
todo lo que suene a compromiso, a participación en el quehacer del día a día
que, sin duda ninguna, será la base sobre la que se sustente el futuro. Estamos
viviendo, entendemos, un momento crucial para el futuro de la democracia y en
definitiva para nuestro futuro y el de los nuestros. Es un hecho que la mayoría
de los imputs que recibimos nos empujan hacía esa inercia y hacia esa huida del
compromiso con lo que estamos socavando esta incompleta democracia que tenemos y
estamos corriendo unos riesgos ahora mismo de consecuencias impredecibles pero
que se nos antojan demasiado peligrosos.
Es
cierto que cuando no se vive como se piensa y se instala uno en la inercia
huyendo del compromiso, se termina pensando como se vive ó sencillamente no
pensando y, lo que es más grave, desenganchado de la realidad y dejando que
otros foráneos, las más de las veces sin escrúpulos, y con intereses privados
muy concretos, actúen sobre nuestro devenir y el de los nuestros a su antojo
forzando un futuro que para cuando nos descuidemos se nos habrá impuesto.
Resulta
comprensible que nos encontremos desengañados democráticamente cuando vemos lo
que le cuesta a un presidente del gobierno acudir al parlamento a dar
explicaciones sobre el manido ya caso Bárcenas y la financiación cuando menos
sospechosa del partido que le sustenta. Parlamento que entendemos debería ser
la cuna de la actividad democrática del país por entender que, nos gusten o no
nos gusten, es donde se sientan los representantes del pueblo elegidos
democráticamente.
Resulta
comprensible que nos encontremos desengañados cuando vemos cómo la sentencia
del Tribunal Supremo libra a Jaume Matas de la cárcel al rebajar sus seis años
de condena a nueve meses de la primera condena de la veintena que tiene
pendientes.
Resulta
comprensible que nos encontremos desengañados cuando el fiscal del Supremo ve
en el caso de la presidenta Barcina "un mero juicio de valor" de la
juez al entender que las dietas que cobraron de la CAN eran "un algo lógico
y natural". Ahora como se ve se están enfrascando en si cobraron las
dietas por el cargo público que ocupaban, que si patatín que si patatán. No
obstante hay un hecho y que cada uno piense como quiera. ¿Los fiscales quien
los nombra? Pues eso, ellos se lo guisan y ellos se lo comen.
Al
ciudadano de a pie cada día nos resulta más difícil creer en una justicia que
vemos cómo actúa y como consecuencia se está grabando a fuego en nuestras
mentes una desconfianza tras otra cuando una sociedad sana necesita
urgentemente que se implante aquello de quien la hace la paga, sea quien sea.
Es necesario e imprescindible que una sociedad democrática moderna crea en su
sistema judicial pero para que esto ocurra se lo tendrán que ganar quienes
forman parte de ese sistema judicial con sus actuaciones. Ahora mismo creemos que
no se lo están ganando
Esto
es tremendamente peligroso y la regeneración del sistema se está convirtiendo,
si es que ya no se ha convertido, en una
urgencia de primer orden.
Debemos
mentalizarnos que, al margen de los Rajoy de turno, de los Rubalcaba, de los
Pepiños, de los Bárcenas, de las Barcinas, de los Matas, de los Urdangarin,
etc. etc., nuestro futuro en nuestros pueblos no esta escrito. Nuestro futuro y
el de los nuestros está por escribir y el paulatino alejamiento de la ciudadanía
de sentirse constructora de su propio destino es muy peligroso.
Es
cierto y así lo percibimos que el Estado de derecho está comido por la gangrena
de la corrupción. Es cierto que somos de los que pensamos que los esquemas
clásicos de partidos, sindicatos, etc. han agotado su ciclo. Pero igualmente es
cierto que debemos olvidarnos del "esto no tiene arreglo". Es cierto
que debemos hacer un esfuerzo, por lo menos en aparcar aquellos desaguisados
sobre los que no podemos influir de manera inmediata por quedarnos lejos de
nuestro existir. Pero no es menos cierto que debemos anclarnos en nuestra
proximidad y participar en todo lo que es posible transformar y cambiar
inmediatamente si no queremos que sean -lo repetiré hasta la saciedad- otros
los dueños de nuestro destino y del destino de los nuestros.
Si
hay algo que molesta a los poderes públicos es la protesta de los ciudadanos,
el que los ciudadanos se quejen, los movimientos sociales, etc. y por eso
enseguida los tratan de satanizar tratándolos como de antidemócratas. Sin
embargo esto es lo que funciona, lo que les obliga a cambiar su forma de hacer,
su forma de administrar, a los políticos de turno. Y esto podemos y debemos
hacerlo. ¿de qué sirve quejarse en la barra del bar sobre este o aquel servicio
del ayuntamiento de mi pueblo si luego somos incapaces de plantearlo con un
escrito o como sea donde hay que presentarlo? Nos cuesta demasiado anotar
nuestro nombre. Nos cuesta demasiado firmar una demanda. En definitiva no somos
conscientes de que esperar a las próximas elecciones es dar carta blanca a los
actuales regidores y retrasar el cambio que creemos necesario y urgente ahora,
con el riesgo de que para entonces ya nos habrán marcado nuestro destino y los
tiempos indiscutiblemente serán muy otros.
Es
necesario reeditar la democracia. Es necesario reeditar la democracia allí
donde nos tocar estar, en nuestras ciudades, en nuestros pueblos, en nuestra cercanía.
Y solamente hay un modo de reeditarla y es participando. Los políticos de turno
incluso en nuestros propios ayuntamientos con sus actuaciones pringadas de
obscurantismo nos están empujando continuamente a encerrarnos en nuestras casas
rumiando nuestras propias miserias y a olvidarnos de la cosa pública y esto
será el final de muchas cosas. Es momento de poner pie en pared y tomar impulso
para que esto cambie, para cambiar esta situación.
En
definitiva es momento de reeditar la democracia si todavía creemos en ella como
garantía de futuro.
José
Luis Ochoa