MIRAR PARA OTRO LADO
Es posible que nos estemos
acostumbrando al funcionamiento de una sociedad que entendemos como algo normal
por repetitivo. En posible que nos estemos acostumbrado a vivir rodeados de
corrupción, de mentiras, de demasiados políticos que dicen que van a hacer no
sé qué cosas y que, una vez que han recogido nuestros votos, hacen exactamente
aquello que dijeron por activa y por pasiva que jamás harían. Es posible que nos estemos acostumbrando a
ver en los medios de comunicación, o al menos en algunos, frecuentes comparativas
de los políticos entre lo que iban a hacer y lo que hicieron o hacen donde se
ve total disparidad. Es posible que nos estemos acostumbrando a mirar para otro
lado cuando vemos, oímos o leemos, un día sí y otro también, que decenas de
personas mueren ahogadas cuando intentan huir de sus países en guerra. Unas
guerras que ellos no han provocado y que sí han provocado o alentado, a veces,
quienes tardan meses en reunirse para decidir acoger a no sé qué número de
refugiados y luego resulta que hacemos las cuentas y de aquello que dijeron
iban a hacer nada de nada o casi nada. Hacemos las cuentas y al ritmo que están
cumpliendo sus compromisos de acogida tendrían que esperar los refugiados decenas
de años hasta que los señores de la política cumplan efectivamente lo acordado,
lo comprometido. Es posible que nos estemos acostumbrando a convivir con el
azote del terrorismo que con tanta frecuencia está azotando Europa.
Acabo de abrir el periódico y leo
“varios muertos en un tiroteo en un centro comercial de Munich”. Es posible que
en nuestro interior pensemos que mientras estos hechos tienen lugar lejos de
donde nosotros estamos, ni tan mal. Es posible que incluso, por la parte que
nos toca, con aprobar una nota, una moción municipal, etc. condenando un determinado
hecho de estas características ya hemos cumplido. Y con esto hemos acallado de
alguna manera nuestra conciencia. Y es posible que de esta manera estemos
actuando como el del paraguas caminando bajo la lluvia tranquilamente sin
mojarse, sin inmutarse o mirando para otro lado cuando pasa junto a quien no
tiene paraguas y está calado hasta los huesos.
Más de tres mil personas han
muerto en lo que va de año en el Mediterráneo. Es decir, tres pueblos como Allo
ahogados intentando huir de sus países en busca de una vida mejor, de una
simple supervivencia.
Todo esto es muy grave,
tremendamente grave, pero, tal vez, es más grave que nos estemos dejando
impregnar del pesimismo, del “no hay nada que hacer”, del siempre ha habido
corrupción, desigualdades sociales, ricos y pobres, etc. etc. Es posible que
nos estemos cobijando debajo del caparazón de nuestro egoísmo y no nos
preguntemos hasta cuándo podremos aguantar así. Caminar mirándose uno al ombligo
es peligroso pues lo normal es que tropiece y se dé un tremendo porrazo. Acaso
es posible que ni siquiera nos preguntemos cuál sería nuestra reacción si una esas
personas que vemos retratados en los medios de comunicación, sucios, hambrientos
y que mueren a miles en su intento de buscar una vida mejor lejos de horror de
una guerra fuese un hijo o un nieto nuestro. Insisto, una guerra que ellos no
han provocado pues han sido otros quienes sin ningún tipo de escrúpulo la han
promovido o alimentado vendiendo armamento a sus gobiernos con el que masacran
a sus propios conciudadanos empujándolos a huir de su tierra, de la tierra
donde han nacido, del lugar donde tenían todas sus pertenencias. ¿Somos capaces
de no preguntarnos ni una sola vez por qué?
Estamos en Europa. Nos prometieron
paz, garantía democrática, ayudas, seguridad, estabilidad, etc. etc. cuando
abrazamos la UE y ahora resulta que hay países que se van de ella porque no
quieren acoger refugiados, no quieren acoger inmigrantes, no quieren …. Ahora
resulta que esa Europa de la que formamos parte sí o sí, esa Europa de los
principios de la solidaridad, acogida libre, de los derechos humanos, etc. etc.
está saltando por los aires. Esta Europa nuestra con su forma de actuar está
renegando de sus principios fundamentales y fundacionales. Sencillamente esa
Europa se ha convertido en un sueño roto.
¿Solución? Mirar hacia adentro,
involucrarse en lo que nos rodea, luchar por mejorar aquello que está en
nuestras manos mejorar, preocupándonos de cuanto acontece en nuestro entorno próximo,
en nuestro pueblo.
Basta de mirar para otro lado o
de lo contrario, a no tardar, la afirmación de Europa un sueño roto tendremos
que cambiarla por Allo un sueño roto y tal vez sin solución.
Difícilmente podemos solucionar todos
los problemas de corrupción, mentiras, deferencias sociales, etc. etc. que se
producen lejos de nuestro entorno. Pero sí que podemos y debemos cambiar
aquello que tenemos cercano, próximo. El tema está en comprometerse. De lo
contrario este sueño roto de Europa nos arrastrará como un tsunami y quien sabe
a qué abismo. La solución todavía está en nuestras manos, aunque nos tememos
que le tiempo se está acabando.
Es urgente y necesario mirar
hacia adentro si queremos conseguir un futuro distinto, un futuro mejor para
nuestros hijos, para nuestros nietos e incluso para nosotros mismos.
Mirar para otro lado es garantía
de fracaso seguro. Mirar para otro lado es garantía de un futuro complicado
para nuestro pueblo. Es urgente dejar de mirar para otro lado.