miércoles, 18 de enero de 2012

DEFICIT, DEFICIT Y DEFICIT

DEFICIT, DEFICIT Y DEFICIT
Desde hace meses uno tiene la sensación de que el vocabulario al uso del día a día ha cambiado y parece como si este se hubiese reducido a un puñado de palabras. Desde que se comenzó a hablar de crisis económica apenas una docena de vocablos se han adueñado de nuestras conversaciones diarias y algunos de esos vocablos se han erigido en santo y seña de las justificaciones del quehacer de los políticos. Con demasiada frecuencia los políticos del momento han recurrido a esos contenidos para hacernos ver a los ciudadanos que no tienen más remedio que actuar de una determinada manera prometiéndonos consecuencias de esas actuaciones que nada han tenido que ver hasta el momento con la realidad y sospechamos que nada tendrán que ver con la realidad en un futuro inmediato.
Efectivamente, vocablos y expresiones como prima de riesgo, crisis de la deuda, eurobonos, agencias de calificación, cumbres europeas, reformas laborales  y últimamente pacto de estabilidad, recesión y  sobre todo déficit son el pan nuestro de cada día. Con todas estas palabrejas, que uno no sabe hasta qué punto son entendidas por la mayoría de la ciudadanía, nos están martirizando a diario para justificar las más de las veces lo injustificable.
Hoy me voy a centrar en la que tal vez está “más de moda” por aquello que parece es la madre del cordero. Hoy, si uno simplemente se deja llevar por la primera impresión de lo que escucha y de lo que lee, tendría que concluir que o se reduce el déficit economico o nos vamos al garete. Dicho de otra manera, si conseguimos reducir el déficit todo estará solucionado. Solucionaremos el paro, mantendremos el estado de bienestar, garantizaremos hasta el poder adquisitivo de las pensiones, detendremos la sangría de jóvenes que, con una muy buena preparación, están emigrando a millares últimamente a otros países en busca del trabajo que aquí no encuentran, etc. etc.
Pensar esto del déficit económico es, desde nuestro punto de vista, una falacia. De entrada pensamos que es mejor y más sostenible a largo plazo la reducción del gasto, la reorganización del gasto, conseguir la rentabilidad/efectividad del gasto y por supuesto la eliminación de todo gasto superfluo. La eliminación del gasto no necesario, que no genera riqueza para la sociedad y por tanto no genera empleo, debe ser prioritario y urgente y debe hacerse con valentía por parte de los responsables politicos e incluso entonando el mea culpa en muchos de los casos.
Uno recuerda que el PP si algo repitió hasta la saciedad en campaña electoral y en cuantos debates y cara a caras tuvimos ocasión de escucharles fue que para ellos la prioridad número uno era combatir el paro y crear empleo. Pues bien, apenas llegaron al gobierno del reino, como gusta llamar a esta España  algún ministro económico,  comenzaron a afirmar que lo primero era atajar el déficit público. Esto dicho en castellano que todos entendamos quiere decir que lo primero es pagar a los acreedores, llámese Banca y compañía porque así nos lo exigen otros. Claro y para que este pago sea posible hay que aplicar un fuerte plan de ajuste (subida de impuestos, reducciones, subidas de…etc.). Tenemos que sacar dinero de donde sea para pagar a esa banca a la que hemos ayudado con el dinero de todos y que es la misma que en gran medida nos ha metido en este fregao de la crisis.  Simplemente patético.
A estas alturas de la película uno está convencido que a Rajoy, como a Zapatero, decir una cosa y hacer la contraria les parece lo más normal. Hace tiempo que uno tiene claro que incluso lo que algunos denominan la esencia socialista se convirtió en una especie de ambigüedad a merced de los mercados y parece con demasiada frecuencia que su objetivo prioritario es el automantenimiento en los puestos de privilegio, aunque sea sentados en una banqueta, de sus cuadros.
Por otro lado, una parte importante de la sociedad aparece como bastante complaciente con la corrupción porque falta una cultura cívica contra ella. Esto es así fundamentalmente porque los políticos, en buena medida no se la toman en serio, hasta el punto de que implicados en ella se presentan a las elecciones con una enorme desfachatez, e incluso en algunos casos se les vota.
Solamente los recortes y ajustes salvajes no generan empleo. Las reformas laborales hasta la fecha tampoco. Está claro que tanto recorte estrangulará el crecimiento y sin crecimiento poco podremos hacer como no sea cambiar totalmente el sistema que nos envuelve. Además de los recortes son necesarias las ideas innovadoras y que fluya el préstamo equilibrado, no el desequilibrado como en tiempos pasados. Sin embargo a juzgar por la actuación de la banca últimamente de esto de prestar más bien poco.
Por eso pues, pensamos que el déficit (la deuda) se ha convertido en la coartada perfecta para justificar el actuar de los políticos en los tiempos que corren.
¿El déficit es bueno o es malo? El hecho de que un país, una autonomía, un ayuntamiento tenga déficit podemos pensar que es malo. Tal vez normalmente lo será, pero si se usa de manera inteligente, moderadamente y durante un tiempo concreto no solamente es bueno sino que es necesario para salir de una situación de crisis mucho más fortalecidos. Será bueno si, pongamos un ejemplo rural, un labrador durante unos meses gasta más que lo que ingresa y se endeuda para cambiar el tractor por ser algo necesario para hacer rentable su explotación. Ahora bien si se endeuda para comprarse el mejor tractor existente en el mercado simplemente para pasear, no solamente será malo el déficit que esa compra le genere, sino que además nunca podrá pagar la deuda y empeorará su situación económica irremediablemente. De paso quien le vendió el tractor se habrá llevado cuando menos su buena comisión. Será bueno el déficit si el Estado gasta durante unos años más que lo que ingresa para mejorar las carreteras inseguras para evitar accidentes o en invertir en formación, prevención sanitaria, cultura, investigación, etc. todos aquellos temas necesarios para el futuro. Si el déficit de un estado se usa para hacer aeropuertos sin aviones o trenes sin viajeros o carreteras para ahorrar diez minutos en un trayecto de una hora, etc. evidentemente el déficit no es bueno, y no se ha utilizado de manera inteligente, aunque algunos listos hayan salido ganando.
Por otra parte si como pensamos además de sostener un déficit a veces no demasiado inteligente, no se corrigen estos errores, que no nos vendan la moto que reducir el déficit es la gallina de los huevos de oro. No somos amigos de las tijeras. Somos partidarios de ingresar más de donde hay que ingresar y no siempre del mismo sitio como hasta ahora. Somos partidarios de gastar con cabeza donde hay que gastar y de no recortar donde no hay que recortar.
Los partidos, que nos gobiernan desde hace tiempo, nos dijeron que el déficit es malo, malísimo siempre. Y nos dicen esto porque solo así tienen coartada para hacer lo que les viene en gana e incluso llegar a convencernos de que no hay otra alternativa.
Sencillamente pensamos que haberla hay la, lo que ocurre es que hay que querer implementarla y hay que mirar más a los ciudadanos que a los mercados. Hay que mirar más a los malvados económicos y truhanes desalmados, para ponerlos donde hay que ponerlos, que a los honrados ciudadanos a la hora de implementar medidas para corregir desagustes. Estamos hartos de ser siempre los mismos los paganos.
Con todo y con ello seguimos pensando que no es precisamente el déficit económico el más preocupante. Desde nuestro punto de vista existen otros déficits en nuestra sociedad más preocupantes por considerarlos mucho más dañinos para la ciudadanía. Estos otros déficits son el déficit democrático y el déficit ideológico. A ellos me referiré los próximos días.
José Luis Ochoa