YO NO ME BAJO
Estamos asistiendo por parte de nuestros gobernantes aquí y allende las fronteras pirenaicas a un olvidarse totalmente de las causas de la crisis multidisciplinar que nos está machacando y a un centrar sus estrategias en las consecuencias de la misma. Así será muy difícil seguramente salir del atolladero. Insisto, atolladero, donde otros nos han metido. Mientras tanto se está instalando en la ciudadanía una tremenda confusión cuando observamos que nuestros gobiernos están inermes, es decir sin armas, ante la hegemonía o dictadura de los mercados.
Es evidente que la realidad actual está provocando desesperanza de la ciudadanía ante la recesión económica, ante el aumento del paro – cinco millones cuatrocientos mil adelantaba esta mañana el ministro de industria-, ante un estado de bienestar y las redes de cohesión que lo sustentan en estado de rebajas brutales similares a las que vemos estos días en cualquier tienda, cuando no están simplemente en liquidación. Se piden sacrificios reales y se ofrecen esperanzas más que inciertas.
Hace tiempo algunos personajes entre los que me encuentro y otros ciudadanos, cada vez más, vamos desconfiando de nuestros gobernantes y en general, de la clase política, que no asume su propia responsabilidad en el bien administrar lo que es de todos los rompezapatos que en la sociedad estamos. Clase política que además se permite el lujo de trasladarnos a los ciudadanos los problemas de su mala gestión. Constantemente los políticos nos confunden cuando en su discurso manejan términos un tanto intangibles para la inmensa mayoría de la ciudadanía como son déficit público, confianza de los mercados, deuda soberana, prima de riesgo, etc. Uno se pegunta, ¿lo harán para no referirse de manera clara aportando y explicando posibles propuestas y soluciones a esos otros términos tan precisos y tangibles como son generación de empleo, crecimiento económico y protección del estado de bienestar que es lo que ha sido santo y seña de más de la mitad del siglo XX e inicios del XXI?
Pues bien, así las cosas, nos desayunamos con la absolución de Camps y Costa juzgados en el asunto conocido popularmente como “el de los trajes” por un juzgado popular. Vaya por delante que tal y como está diseñado el tema del jurado popular en este país no produce en mí especial entusiasmo en cuanto a la posibilidad de generar una administración de justicia medianamente ensamblada con la lógica popular. ¿Que si hubieran sido juzgados por profesionales hubiesen sido condenados, tal y como sostiene algún medio de comunicación esta mañana? Pues uno no lo tiene tan claro. ¿Y el caso de Marta del Castillo en Sevilla, y etc. etc. qué? ¿Acaso ahora mismo no estamos arrinconando contra la tapia de la democracia un día sí y otro también a un juez siendo el hazmerreir y motivo de perplejidad de la mayoría de la prensa internacional? Estos días de manera contundente y clara los grandes medios de comunicación de referencia del mundo están expresando sus dudas sobre el sistema judicial español. Están subrayando en sus crónicas, sin distinciones ideológicas, la paradoja que se da cuando un juez que abrió nuevos caminos en el derecho internacional con la causa contra Augusto Pinochet se siente ahora en el banquillo precisamente por intentar aplicar, de alguna manera, la misma doctrina en España. Ojo, y no estoy manifestando opinión alguna a favor de que un juez deba ser intocable si se extralimita en los qués y los cómos de sus funciones. Ni tampoco me considero próximo al pensamiento del referido juez. Pero lo que estoy intentando dejar constancia aquí y ahora es que la justicia en esta piel de toro está, pues eso, que de aquellas maneras y no precisamente satisfactorias para un demócrata.
A mí lo que verdaderamente me preocupa de esta situación de la justicia, lo que más me preocupa de la sentencia dada por el juzgado popular de Valencia es si esto no será reflejo de la complacencia ciudadana con los políticos corruptos lo mismo que podría interpretarse el voto en las urnas a favor de ellos. Eso es lo preocupante. Y es lo preocupante porque, desde nuestro punto de vista, sería manifestación clara de una sociedad enferma política y democráticamente.
De momento es un hecho evidente que nadie ha sido condenado aún por el caso Gürtel, uno de los mayores escándalos de corrupción en la historia de la democracia española. Por otra parte, el caso o los casos contra Garzón pudieran ser una advertencia a sus compadres y colegas: "no luches contra los poderosos". Tiempo al tiempo y ya veremos.
Por otra parte, ya tenemos la aplicación del IRPF en nuestra comunidad con justificaciones a trote y moche sobre la benevolencia de lo aprobado por parte de UPN con el inestimable apoyo de los de las banquetas. Pero ¿qué desfachatez, no? El gobierno foral prevé ingresar 115 millones con esta reforma del IRPF, es decir 19.000 millones largos de las antiguas pesetas. Fija el tipo máximo en el 49% frente al 54% del resto del país. El tramo de IRPF para los que ganan entre 8.499 y 17,526 euros al año sufre una subida de medio punto quedando en un 25,5% mientras en el Estado se fija en un 24,75. Esto a modo de detalle de que lo que pretenden hacernos creer no es tal.
Claro mientras tanto las ganancias de la Barcina….
En fin, que como suele decir un amigo mío: “que paren este tren que me bajo”. Pues no, frente a todo esto de la crisis, de la situación de la justicia, del IRPF, etc. regeneración democrática y control parlamentario. Control parlamentario que no fue el otro día precisamente demasiado ejemplarizante cuando el consejero de la banqueta explicaba en el parlamento de nuestra comunidad la adjudicación de trabajos a hijos de dirigentes socialistas. Se supone que es misión del parlamento el control del gobierno lo mismo que el de la oposición de un ayuntamiento es el control del equipo de gobierno. Pues bien, nadie pregunto nada al consejero por lo que una de dos o estaba todo meridianamente claro, cosa harto difícil o la forma de actuar de los parlamentarios puede ser sospechosa y como digo poco ejemplarizante.
Pues eso, que a pesar de todo, que a pesar de que uno tiene que hacer a veces verdaderos esfuerzos por mantenerse, en este tren en que estamos montados, con dignidad cuando analiza este panorama, seguimos pensando en que mejorar es posible. Seguimos pensando en que merece la pena pelear por dejar a quienes nos sucedan algo distinto a lo que en estos momentos tenemos. Algo que sea mejor que lo que en estos momentos se bislumbra.
En definitiva que yo no me bajo.
En definitiva que yo no me bajo.
José Luis Ochoa