AHÍ ESTAMOS
En estos días de dialogo y “negociaciones” veo que es difícil, muy difícil para algunos, diría yo, interpretar los datos resultantes de las últimas elecciones municipales de mi pueblo de manera similar a como uno los analiza e interpreta.
Pienso que se les escapa la realidad y caminan hacía la simplificación del momento y por ende hacía la equivocación de cara al futuro. ¡Qué se le va a hacer! Este pueblo es así, para bien y para mal, y el que no sabe interpretar los deseos del pueblo o quienes los quieren desvirtuar, han de ser conscientes de que esa es la vía segura hacía el error. Pero la mala suerte de ellos es que nuestra sociedad camina sola y con criterio bastante independiente. Una sociedad quizá apaciguada pero, a la vez, rebelde.
Determinados agentes personales están pretendiendo refugiarse en la imparcialidad. Tergiversan los datos a su propia convicción y se alejan de la conveniencia y deseo de quienes emitieron sus votos.
Cuando los resultados no coinciden con sus deseos y sus expectativas, tratan de disimularlos, de edulcorarlos o, simplemente, de desvirtuarlos. Es muy humano, aunque un poco tramposo. Y yo sencillamente pienso que no es ni serio. Y cuando esto ocurre, o se es consecuente con el mensaje real de los datos y con su interpretación arrastrando sus consecuencias democráticas, o se dimite. No hay otra opción, porque hay dos cosas imperdonables en quienes nos hemos expuesto al plebiscito popular: que se le tome al pueblo por tonto, y que se nos quiera hacer comulgar con ruedas de molino.
La argucia en la apreciación de los hechos y la interpretación de los resultados ya no vale. Son tiempos de salir de la oscuridad, de salir de esa luz soterrada durante demasiados años. Son tiempos de clarificar las cosas y no de buscar subterfugios para justificar una postura cómoda y equidistante. No aceptar la realidad, disfrazar la situación y buscar disculpas en la imparcialidad y en hechos pretéritos para escaparse del imperativo democrático del consenso más amplio posible no lleva a ningún puerto, ni seguro ni inseguro. Lo mejor es que se quiten de una vez la venda de los ojos y que dejen no ya de engañarnos, sino de engañarse a sí mismos.
A estas personas, les pasa como al cura que desde su púlpito daba lecciones de moral a sus feligreses y no quería darse cuenta que se le mermaba la clientela, es decir, que la iglesia se le vaciaba domingo a domingo.
Este pueblo padece preocupaciones y problemas similares a otros pueblos, pero este pueblo pide, a diferencia de muchos otros, que se interprete correctamente su voluntad expresada en las urnas y que no se tergiverse esa voluntad impidiendo poner en práctica lo que él ha ordenado que se haga con sus votos. Este pueblo no es ni mejor ni peor que otros, es diferente y quiere tomar las decisiones por sí mismo, quiere que quienes se han ofrecido a gestionarlo lo hagan como ellos han decidido y que lo hagan el conjunto de las personas que ellos han decidido.
Pero ante lo evidente, hay quienes necesitan alimentar al monstruo. Somos muchos, la gran mayoría, los que venimos deseando y reclamando desde hace tiempo el comportamiento democrático con todas sus consecuencias. A veces no estoy seguro de que muchos que se visten de pseudo-demócratas lo quieran de verdad.
No se puede ocultar por mucho tiempo lo inocultable. Es hora de salir de las trincheras y de construir entre todos, constatar la realidad y dejar hacer, sin engaños ni tapujos. Es hora de llamar a las cosas por su nombre. Llevamos años no buscando consensos sino la consecución de determinados intereses que no alcanzan a la mayoría del pueblo. Hoy esto no debemos reducirlo a un agravio, porque de esa manera nunca lograremos ponernos de acuerdo. En esta aritmética histórica de los resultados electorales de Allo, la única operación que vale es la de la suma, no nos va a ir bien si alguien se empeña en restar o simplemente en no participar de la suma.
Aunemos voluntades y opiniones. Hablemos claro y reafirmemos que somos de Allo y queremos vivir en nuestro pueblo con ilusión y esperanza. Tenemos un recorrido muy interesante y muchas cosas por mostrar y demostrar. Sumar debiera ser, en mi opinión, el principio dinámico para el futuro. Atrincherarse en la indefinición en este caso es también definirse, es impedir la renovación y es camino seguro hacia el inmovilismo.
Soplan nuevos aires en Allo. Y es verdad que la normalidad institucional se ha convertido en anormalidad de diálogo y consenso con demasiada frecuencia. Busquen sus causas e interprétenlas y actúen en consecuencia.
Habremos y habrán de profundizar en el sentir de este pueblo, plural pero diferente. Son tiempos revueltos, tiempos donde imperan los cambios y a todos nos toca agudizar los oídos, más si cabe a los electos que habremos de interpretar la realidad con seriedad y rigor.
Ese discurso de negar la evidencia o de aplicar la vieja receta tan desacreditada del “dejo que las cosas sigan igual”, es nefasta aquí y en toda tierra de garbanzos.
Son tiempos donde las partes habrán de mostrar mucha pericia, asegurando y exigiendo los intereses de la mayoría. Son tiempos de solamente combate de las palabras y de los conceptos. Tiempos donde en medio del desencanto nacen nuevas esperanzas. De los indefinidos va a depender fundamentalmente que estas esperanzas no se conviertas en frustraciones siempre que sean capaces de abandonar su indefinición con valentía.
Hay que crear ilusión para que nazcan otras maneras de hacer las cosas. Activar nuestra imaginación y crear nuestro “es posible” particular. Miremos al futuro como pueblo. Cuidemos nuestro presente y persigamos nuestros sueños. El porvenir es largo igual que nuestro pasado. Ya lo decía alguien hace mucho tiempo, "Quien vive temeroso, no será nunca libre". Se ha abierto una ventana a la esperanza. ¡Brindo por ello!. Ahí estamos.
José Luis Ochoa