viernes, 3 de junio de 2011

HIPOTECAS Y DE MOCRACIA MAS REAL

HIPOTECAS Y DEMOCRACIA MAS REAL
Afirmamos siempre que podemos y en cuantos foros tenemos ocasión, que democracia sin dialogo, pues como que no. Diría más, democracia sin consultar a quienes  son paganinis y sufridores o disfrutadores de las decisiones que los políticos de turno toman, a veces con demasiada alegría, pues tampoco. Hoy es una realidad que el poder de decisión  de un ayuntamiento, de una autonomía, etc., aun cumpliendo con la legalidad meticulosamente, que en muchos casos es demasiado decir, es verdaderamente importante. Tan importante que muchas de sus decisiones van mucho más allá de los cuatro años de la legislatura para la que en principio fueron elegidos. Entonces a veces se producen lo que podríamos denominar  hipotecas mini-democráticas. Hipotecas entendidas no solo como hipotecas (compromisos) dinerarias, que también, sino como compromisos que los regidores de turno adquieren y que suponen un estar comprometidos (a veces atados de pies y manos) para los ayuntamientos, etc. que van tomando el relevo durante varias legislaturas posteriores.
La protesta ciudadana del movimiento del 15M -por cierto su manifestación en acampada parece está tocando a su final- no solo no rechaza el sistema democrático, sino que lo que pretende es eso, es insistir en la necesidad imperiosa de una profundización  y ampliación de los valores democráticos empezando por la mayor y más frecuente participación de los propios ciudadanos en la toma de decisiones.
La mayoría de sus reivindicaciones lo que pretenden es devolver la soberanía democrática a la sociedad a la que de alguna manera le ha sido birlada, entre otros por algunos políticos con su manera de actuar encuadrados o no en formaciones políticas.
Hace algunos días afirmaba Gabilondo en uno de sus artículos: “ la movilización ciudadana ha hecho viejos a los grandes partidos en apenas unos días”. Estoy de acuerdo. Los partidos políticos deben abordar una reflexión  y tomar decisiones mucho más reformistas y profundas de lo que creen ahora.
Decía ayer el todavía presidente del gobierno de esta piel de toro que para reformar la ley electoral se deben poner de acuerdo todos los partidos políticos. Pues lo que usted diga, señor presidente, pero eso es simplemente reflejo de dos cosas. Una, que efectivamente su partido se ha vuelto viejo y se aleja cada vez más del sentir de la ciudadanía y dos, que no tiene ninguna intención de ponerse a la tarea.
Yo soy de los que piensan que cuando uno no es capaz de acomodar y modernizar su estancia, de reformar “su  chiringuito” adecuándolo a los nuevos tiempos, inexcusablemente alguien de fuera vendrá  y lo reformará. Además lo hará sin importarle en absoluto lo que uno piense, le guste o no le guste al anterior inquilino.
Pues bien, la democracia  real en nuestro entorno más próximo, léase ayuntamientos, nos exige promover más participación de los propios ciudadanos en la toma de decisiones. Sobre todo en aquellos temas que por su envergadura, durabilidad y compromiso a futuro, más lo requieren.
Esto es democracia real, lo otro es no avanzar, no reformar ahora para tal vez tener que derribar más tarde hasta los cimientos con un coste sin duda mucho mayor.
De momento uno percibe que la democracia termina en el voto emitido cada cuatro años con el que se va construyendo  a veces demasiados chiringuitos. Mientras tanto, desde las atalayas del poder pretenden convertir a todos los elementos participativos en papel mojado poniendo como argumento la legalidad vigente. Legalidad hecha por ellos mismos por y para permanecer en el inmovilismo pseudodemocrático y por tanto en la poltrona del poder el máximo de tiempo posible.
Es necesario apuntarse a la democracia real cada uno desde su ubicación social, desde nuestra parcela personal. Los movimientos sociales democráticos que emergen de la sociedad civil como elementos reivindicativos, casi siempre, a mi manera de ver, han sido muy saludables.
Por el contrario, el uso de la política, al nivel que sea, como elemento dominador, suele generar corrupción produciendo un daño tremendo a los sistemas democráticos en cuanto a su credibilidad y eficacia.
¿Dónde estamos? ¿Dónde queremos estar? He ahí la cuestión.
José Luis Ochoa