REFORMA Y DEMOCRACIA
El pasado día 10 se aprobó la reforma laboral que, a decir de los que la aprobaron, debemos creer nos va a solucionar todos o casi todos nuestros males. Desde nuestro punto de vista, que por creer creemos cada vez menos cosas de las que no hemos visto, pensamos que con la aprobación de esta norma se ha aprobado, tal vez, la mayor castración de derechos laborales, individuales y colectivos de todo el tiempo que nuestras, ya frágiles, mentes alcanzan a recordar. Ya lo de la justificación de la necesidad de la reforma por parte del partido Popular nos parece algo rayando en el cinismo puro y duro y en la mayor desfachatez que uno recuerda de los últimos tiempos y cuidado que estos últimos tiempos con el partido Socialista en el poder han sido de agáchate y no te menees.
Estos días son muchas las voces de distinguidos juristas que están manifestando que esta norma vulnera preceptos constitucionales e incluso vulnera normativa internacional que ha sido ratificada por el Estado Español. Es decir que de una u otra manera con esta norma se están pasando por el arco de triunfo legislación de alto calado. Es posible que eso sea así y por tanto podría darse, y no sería la primera vez, que de alguna manera, la norma recién aprobada, se declarase inconstitucional y no ajustada a derecho en todo o en parte de su contenido. No obstante ni somos entendidos del derecho en el caso que nos ocupa ni desde el punto de vista de este bloguero es el análisis que más nos interesa.
Lo que de verdad nos interesa es el análisis y la constatación de deficiencia democrática que se ha dado en la elaboración y incluso aprobación de esta norma. Bien es cierto que esta reforma en el fondo sigue el camino marcado por las reformas acometidas por el gobierno del PSOE tanto en el fondo como en la forma y por supuesto en la justificación de la necesidad de las medidas tomadas. Decimos deficiencia democrática e incluso podríamos hablar de deshonestidad democrática. Deshonestidad democrática que, en este caso, entendemos con el beneplácito y la desfachatez de lo que incomprensiblemente se sigue llamando izquierda en este país. Es cierto que el gobierno amparado en el garantismo de su amplia mayoría, después de marcar un plazo para que los sindicatos se pusiesen de acuerdo con la patronal, sabedor de que no iba a ser posible este acuerdo, ha tirado por la calle de en medio y ha aprobado una reforma tal y como le ha venido en gana. Por tanto podemos afirmar que lo ha hecho sin contar con la ciudanía y sin siquiera con el acuerdo de estos sindicatos un tanto naif que uno ya no sabe ni a quien representan ni a quien defienden, si a los trabajadores o sus propios intereses de poltronas, sillones y banquetas.
Igualmente es cierto que en ningún momento de la campaña electoral de las pasadas elecciones generales que el PP gano con la ley electoral actual, manifestó que iba a poner en marcha una norma de este calado por lo que esto desde nuestro punto de vista es un engaño democrático clarísimo.
Por otra parte son evidentes dos cosas. En primer lugar que la oposición por parte del PSOE a la norma en este momento es para nosotros muy poco creíble. Y en segundo lugar que es una reforma que va a traer entre otras cosas más crispación, más ruptura social y, tal y como estamos comenzando a ver, más salir a la vía pública a protestar contra ella, contra los recortes, etc.
La oposición del PSOE para nosotros moradores, paganos de impuestos y ciudadanos de esta tierra donde gobiernan con quienes la defienden posibilitando su aplicación tal cual, no puede ser creíble. Tampoco puede ser creíble de manera general porque hasta hace cuatro días fueron los socialistas los que gobernaron este país e hicieron otra reforma que no ha servido para nada positivo y lo que demandan ahora que se haga, ustedes no lo hicieron. Además lo hemos dicho y lo repetiremos cuantas veces lo creamos oportuno: mientras no reconozcan sus errores democráticos del pasado reciente y no hagan autocrítica de muchas de sus actuaciones de gobierno, para nosotros no pueden ser creíbles.
Y en segundo lugar que ya está trayendo crispación, etc. a la calle es evidente. El pasado fin de semana los sindicatos han sacado la gente a la calle. No sé si mucha o poca pero uno lo interpreta como reflejo de crispación y también de pulso a la ciudadanía para ver la fuerza de convocatoria que tienen de cara, tal vez, a poder plantearse otras acciones más contundentes.
Pues bien, al margen de la cantidad de gente que este saliendo a la calle a reclamar otra forma de hacer las cosas y al margen del futuro que tengan las distintas movilizaciones que se vayan a suceder relacionadas con la reforma, los recortes o con lo que el personal quiera, la opinión de miembros destacados del partido que está gobernando y ministros del gobierno en el sentido de que más apoyo recibieron ellos el pasado mes de noviembre en las urnas, resquebraja bastante cualquier planteamiento de autenticidad democrática. Los votos en las urnas por muy mucha mayoría que otorguen a alguien no son patente para que ese alguien haga lo que le dé la gana. No nos vale aquello de bueno a esperar hasta las próximas y ahora a tragar. Esto es ver el ejercicio democrático de manera tan rácana que tal vez esté más próximo a la dictadura de la democracia que a otra cosa.
Es posible por tanto que a este país que llamamos España los gobernantes anteriores y los actuales la hayan colocado ante la posibilidad de una escalada de explosiones sociales y desesperanza como la que está teniendo lugar en otras latitudes de la vieja Europa. Si este escenario llega a repetirse en estas tierras nuestras, el equipo de Rajoy no podrá argumentar que ignoraban la perspectiva. De ahí cuanto escribía el otro día sobre el espejo griego.
Mientras tanto seguiremos pensando que los barros de poco contenido democrático de esta reforma pueden traer los lodos de la crispación, de la conflictividad, etc. Ojala nos equivoquemos.
José Luis Ochoa