viernes, 9 de marzo de 2012

ENGAÑO DEMOCRÁTICO

ENGAÑO DEMOCRÁTICO
Es evidente que para más de uno el fracaso de lo que se ha dado en llamar constitucionalismo social, es decir, el funcionamiento socio político amparado o anclado en una constitución, es un hecho. Quienes piensan así, sin duda ninguna lo hacen viendo que el constitucionalismo no ha sido lo suficientemente  fuerte hasta ahora como para frenar el empuje de los poderes fácticos, entre otros el del dinero, etc. cuando entraron en crisis los beneficios máximos del capital , ni para impedir que esos mismos mercados apoyados en los políticos sumisos de turno nos estén llevando a una falsa salida de una crisis provocada por ellos mismos, es decir, por quienes no se resignan a perder parte de esos beneficios máximos.
Desde nuestro punto de vista, es posible que en alguna medida tengan razón los que así piensan pero lo que nosotros defendemos es que a lo que no podemos renunciar es a la soberanía popular manifestada constantemente en el ejercicio democrático. Es el pueblo y solo el pueblo y por tanto el conjunto de la ciudadanía el depositario de la soberanía democrática. Es en el momento en que se nos usurpa esta soberanía o en el momento en que el mismo pueblo, confundido sin duda ninguna por el constante bombardeo de los medios de comunicación siempre empujando en el mismo sentido, renuncia a esa soberanía, cuando estamos perdidos. Es ese el momento en que comenzamos un caminar hacia la escombrera de los despojos de los derechos, de las libertades y del poder decidir sobre nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos.
Sí, lo hemos dicho con alguna frecuencia: la soberanía democrática no consiste exclusivamente el ir a votar cada equis tiempo. En esa concepción de la democracia radica gran parte de nuestros males.
En creerse quien gobierna que tiene carta blanca para hacer lo que le dé la gana por haber sido elegido democráticamente, está el comienzo del fin. Y el único freno en este caminar hacía no se sabe donde es el rearme democrático.
Hoy día, en un sentido o en otro, la mayoría de las veces relacionado con la crisis y en algunas ocasiones para justificar los manidos recortes, habidos y por haber, se habla con frecuencia del estado de bienestar. Pues bien, a estas alturas,   a modo de aparente contradicción, debemos admitir que la propia implantación del estado de bienestar incluía la semilla de la despolitización de la sociedad. Despolitización que se produce por diversas causas entre las cuales no es la de menor importancia la tranquilidad que produce la garantía que ofrece un sistema en cuanto a las coberturas vitales de necesidades mínimas. Por esto fundamentalmente la ciudadanía en gran medida dejamos de reivindicar aquello que nos pertenecía, aquello que es exclusivamente nuestro y perdimos de alguna manera la conciencia de que solo nosotros, como pueblo, legitimamos el poder constituido. Mientras tanto los poderes constituidos se han arrogado la posibilidad de cambiarla y utilizarla a su antojo. Me estoy refiriendo a la constitución y a la propia democracia, evidentemente.
Mientras tanto llegó una crisis con un carácter tan global que les está resultando muy fácil a los políticos de turno, en comandita con el capital y con unos medios de comunicación sumisos, hacernos creer que la época dorada del estado social fue algo mítico que pasó alguna vez en la historia y que quedará solamente en la mente de los más viejos. Incluso más, lo he escrito en alguna ocasión, en algunos sectores parece que la solución pasa por la resignación. Sencillamente no ven otra alternativa.
No estamos personalmente en ese sentimiento. Somos conscientes de que la mayoría de las medidas que se están tomando ahora para salir de la crisis o mejor dicho, con la excusa de la misma, son fruto de una política, de una ideología, de una manera de ver las cosas que se está imponiendo  prácticamente de manera generalizada y globalizada. Por lo tanto podríamos pensar que solamente nos queda el derecho al pataleo.
Pero, no. Entendemos que hay otra salida que depende de cada uno de nosotros. Es posible y debemos hacer posible entre todos la regeneración de lo que existe, la regeneración del poder constituido a través de la decisión democrática popular. Debemos comprometernos cada día y cada uno de nosotros con el quehacer democrático y exigir esa regeneración a quienes ostentan el poder en cualquier rincón de nuestra geografía y en cualquier institución. Solamente así tendremos posibilidad de que se dé otra mirada de la realidad distinta, emanada del convencimiento y ejercicio democráticos y que impedirá que nos tengan sumergidos en el fango de las mentiras y de las contradicciones. De esas mentiras y contradicciones que de tanto que nos las repiten estamos llegando al convencimiento de que son verdad e incluso observamos a la ciudadanía convencidos y dispuestos a mayores sacrificios con tal de conseguir cumplir con la sacrosanta obligación de reducir el déficit incluso sin entender muy bien en qué consiste eso.
De alguna manera es necesaria una repolitización de la sociedad que pasa tal vez por la conciencia de cuál es el papel de cada uno de nosotros en el momento en que vivimos, en el lugar que pateamos y ser conscientes de que solamente con nuestra participación influiremos de manera importante e incluso decisiva en el devenir de nuestra sociedad.
Para ello es fundamental no creer que lo dado es lo único que se puede hacer. De lo contrario estamos perdidos.
Solamente tenemos que ponernos a ello.
José Luis Ochoa