UN CAPOTAZO
Estamos inmersos en las fiestas de Sanfermín. Acaba de transcurrir el fin de semana con el agobio típico de un fin de semana sanferminero de gran afluencia de personal como suele ocurrir cuando, por humor del calendario, solamente coincide un fin de semana completo durante las fiestas. Como siempre la eterna discusión de que si ha habido más gente que otros años, que si no se ha notado la crisis, que si esto es insoportable por el desmadre, la suciedad, que cada día esto se parece más a una ciudad sin ley, que si patatín que si patatán, etc. Es habitual cuando se ve esta gran aglomeración de gente de juerga total preguntarse ¿dónde está la crisis? Pues bien, no voy a entrar a dilucidar estas cuestiones porque pensamos que son discusiones más o menos bizantinas y que seguramente nos llevarían a conclusiones que muy poco variarían de las de años precedentes por estas fechas. Bien es verdad que cuando uno observa al personal ingente en cuanto a su número divertirse a tope le embarga un doble sentimiento. Por una parte satisfacción pues entendemos que un pueblo que no es capaz de divertirse es sin duda un pueblo doblegado y hundido o en positivo, como diría el juglar, y remedando la jota “pueblo que canta no muere”. Pero por otra parte por mucho que nos empeñemos, por mucho que metidos en el jolgorio incluso embadurnados con los efluvios etílicos nos dé la sensación que por lo menos durante unas horas olvidamos la situación difícil que estamos viviendo y que estamos en vísperas de un empeoramiento de la situación, rápidamente nos sacude el mazo de la realidad y nos sumimos en esa cruda realidad del interés del bono a diez años en el 7%, la prima de riesgo superando los 574 puntos y aproximándose al máximo de los 589.
Mañana tras mañana observamos el discurrir de los encierros y viendo las imágenes espectaculares cuasi milagrosas, quien más quien menos desde sus creencias, dudas y agnosticidades religiosas, de alguna manera admite que sin el capotillo de Sanfermín todas las mañanas en vez de rozarse la tragedia, esta estaría presente en las calles adoquinadas de la vieja Iruña de manera importante y trágica.
Pues bien, tal vez desde la duda pero con la gran fuerza de la ilusión y desde el deseo no podemos menos que pedir no un capotillo sino un auténtico capotazo dado con arte a este toro, pero que muy complicado, que nos está tocando lidiar. Ojala que estos políticos responsables en gran medida de la situación y tal faltos muchas veces de actitud y de aptitud se convirtiesen en esos toreros que te sorprenden por su valor y por su bien hacer y al final pudiésemos, aunque solamente fuese por una vez, sacar el pañuelo de la democracia para pedir el trofeo como agradecimiento al espectáculo que nos hayan ofrecido.
¿Difícil? Pues sí, muy difícil y por eso pedimos a quien pueda hacerlo, a quien pueda proporcionárnoslo no un capotillo sino más bien un capotazo dado con valor, arte y efectividad democráticos.
José Luis Ochoa