EL REFERENDUM GRIEGO
Hemos defendido repetidamente que la consulta popular, que la consulta a la ciudadanía, es uno de las acciones más democráticas que existen y que en aras de hacer crecer la democracia debería ser algo bastante más habitual, bastante más frecuente. Vaya pues por delante que no estamos en contra de que se consulte a la ciudadanía si está dispuesta a asumir el plan de austeridad que la comunidad económica europea ha impuesto al pueblo griego. Estamos escuchando cantidad de opiniones en el sentido de que respetando la decisión -faltaría más- que ha tomado Yorgos Papamdreu, de alguna manera, no es de recibo, que si en función del resultado tendrán que salir del euro, que si será catastrófico para todos, que si… En fin una auténtica conmoción en la clase política europea.
Pues bien, maticemos. Es cierto que uno puede preguntarse: ¿Por qué ahora y no antes? ¿No es esto una manipulación de la democracia en el tiempo por intereses políticos partidistas? Es posible, pero lo que está claro es que la separación entre la acción política y la sociedad es cada día mayor. Uno piensa que ha llegado el momento en que hay que elegir de alguna manera entre las cuentas de los estados y las cuentas de las personas, entre la acción política y la acción ciudadana.
Por otra parte es previsible que en este momento, como consecuencia de este hecho, el euro salga mal parado y sin duda también Papamdreu simplemente por no haber hecho uso de esta acción democrática a su debido tiempo. Simplemente puede salir mal parado por haber usado la democracia como herramienta al servicio de un partido político y no al servicio de los ciudadanos.
Es cierto que Grecia entró en el euro presentando unos datos de su economía que cuando menos no eran exactos, pero entendemos que los encargados de supervisar esas cuentas también tendrán alguna responsabilidad.
Está claro que, aún en el hipotético caso, de que se celebre el referéndum y que los griegos digan si al plan impuesto durante el tiempo que medie hasta la celebración del mismo las cosas van a empeorar un poco más para todos. Pero, por otra parte, no es menos cierto que el catastrofismo fundamentalmente beneficia a los especuladores.
Como en toda democracia que se precie, la situación griega con su referéndum deberá gestionarse de manera inteligente y dejando siempre que los ciudadanos griegos se pronuncien. La situación griega y su referéndum han generado una gran alarma pero a nadie se le oculta que la epidemia es general y pensamos que hay que buscarle la verdadera causa de su origen. Es necesario un cambio del actual modelo económico que está claro parece obsoleto para la gran mayoría de la ciudadanía.
Por otro lado estamos de acuerdo con quienes piensan que un sistema injusto e ineficiente está en la raíz de los tres grandes problemas actuales: crisis económica, pobreza y hambre –ya casi nadie nos acordamos de la situación dramática en el cuerno de África- y la destrucción del medio ambiente. Hay que regular lo que han dado en llamar globalización en términos democráticos y sociales. Ha llegado la hora de buscar maneras de vivir distintas al consumo y al crecimiento si no queremos vernos abocados en los próximos años a una situación todavía de mayor gravedad y de posibles enfrentamientos entre los pueblos.
Mientras tanto estamos viviendo uno de los periodos de mayor desconfianza en la política o lo que es lo mismo en los políticos. Mientras los jóvenes, cada día más claramente, están excluidos del trabajo, de la comunicación y de las decisiones, los políticos de turno europeos, cumbre tras cumbre, son incapaces de tomar medidas válidas para frenar el deterioro económico. En alguna ocasión he manifestado que la crisis económica, desde mi punto de vista, tiene mucho que ver con la pérdida de valores éticos y morales y en este momento pretenden sustituir esos valores con promesas electorales. Graso error, cada día menos se las cree el personal y lo que se demanda es transparencia, fiabilidad y poder de decisión constante de la ciudadanía.
Es triste que las nuevas generaciones ya no abriguen esperanzas en un futuro mejor que el de sus mayores. El desánimo y la indignación comienzan a instalarse de manera clara en los más jóvenes al tiempo que vislumbran un posible retroceso en el estado de bienestar. Este miedo, este temor solamente podrían disiparse si todos, pero fundamentalmente los políticos, somos capaces de darle a la política la capacidad de representar los intereses y los deseos de los ciudadanos diciéndoles la verdad y utilizando la democracia en beneficio de la ciudadanía, de la colectividad y en el momento oportuno no solamente cuando y como interesa a un determinado partido político.
Pues eso, ningún miedo al posible referéndum griego siempre y cuando se informe correctamente a los ciudadanos, no se les manipule esa información y que los ciudadanos griegos decidan democráticamente su futuro pues al borde del precipicio hace tiempo que estamos todos.
José Luis Ochoa